¿Víctimas de Trump? No: cómplices
La amarga lección para inmigrantes latinos que votaron contra sí mismos
Por Dr. Ney Briones Zambrano
Durante años, muchos inmigrantes latinos en Estados Unidos —ecuatorianos, peruanos, salvadoreños, hondureños, venezolanos, mexicanos— se aferraron al espejismo de que votar por la derecha extrema los alinearía con el “sueño americano”. Algunos incluso militaron activamente en campañas a favor de Donald Trump, creyendo que su “estatus legal”, “trabajo duro” o “adhesión a los valores conservadores” los blindaría del odio que el propio Trump nunca ocultó.
Hoy, ese espejismo se desvanece.
Las recientes medidas migratorias impulsadas por Trump y sus aliados republicanos, incluyendo deportaciones exprés, detenciones sin juicio y políticas de exclusión territorial, han golpeado precisamente a quienes lo aplaudieron. Se han deportado madres de ciudadanos estadounidenses, separado familias y criminalizado a trabajadores esenciales. Y los lamentos no cesan en las redes:
“¿Cómo es posible que estén deportando a mi primo si tiene papeles?”
“Nosotros apoyamos a Trump porque pensábamos que era lo mejor…”
“No sabíamos qué iba a ser tan duro con los nuestros.”
¿En serio no lo sabían?
Una decisión política, un error personal
Como ya dije en mi primer artículo, sin adornos ni filtros: cuando eliges a tu verdugo, no puedes luego declararte su víctima. Muchos de estos votantes actuaron con una mezcla de soberbia, ignorancia política y autoengaño. Se creyeron “diferentes” de los otros migrantes. “Yo no soy como los ilegales”, decían. “Yo sí trabajo, yo sí pago impuestos”.
Ese razonamiento, además de arrogante, es profundamente equivocado. No comprendieron —o no quisieron comprender— que para los xenófobos y supremacistas, todos los latinos son iguales: una amenaza, un estorbo, un enemigo cultural.
La ignorancia política no es virtud, es complicidad
Muchos de ustedes llegaron huyendo de la corrupción, de la pobreza, de la violencia. Pero en lugar de aprender algo del camino, se dedicaron a repetir los errores que dejaron atrás. Cambiaron el pasaporte, pero no el chip mental.
Pensaron que votar por la derecha extrema era una señal de éxito, de haber “ascendido” socialmente. Que apoyar a un millonario racista era una manera de acercarse al poder.
Como diría Umberto Eco: “el fascismo eterno se disfraza de sentido común”.
Y ustedes se lo tragaron entero, sin masticar.
¿De verdad creían que por hablar bien inglés o pagar impuestos serían parte del club de los “americanos de verdad”? ¿Creyeron que, al levantar la bandera de Trump, les iban a dar una silla en la mesa blanca del poder?
No. Lo que hicieron fue poner el cuchillo en la mano del verdugo, pensando que no era para ustedes.
Ironías que duelen
Ahora muchos descubren que la política sí importa. Que votar tiene consecuencias. Que compartir memes pro-Trump en WhatsApp no era inocente. Que hacer campaña para “cerrar la frontera” termina cerrándote la puerta en la cara.
Trump no engañó a nadie. Él fue claro desde el inicio: “América para los americanos”.
Ustedes simplemente no se dieron por aludidos. Se creyeron parte del proyecto, cuando eran parte del objetivo.
¿Y ahora qué? ¿Víctimas?
No. Cómplices confundidos.
Psicología de masas, ignorancia política y colonialismo mental
Este fenómeno no es nuevo. En su clásico La psicología de las masas, Gustave Le Bon ya advertía cómo las multitudes pueden actuar en contra de sus propios intereses bajo el influjo de líderes autoritarios. En contextos de miedo e incertidumbre, las masas idealizan figuras fuertes, aunque esas figuras los desprecien.
Wilhelm Reich, en Psicología de masas del fascismo, lo dijo sin rodeos: personas oprimidas terminan reproduciendo las ideas del opresor para sentirse protegidas o integradas. En otras palabras: hay quienes se ponen el uniforme del carcelero para que no los confundan con los presos.
Y el politólogo francés Pierre-André Taguieff ha descrito este síndrome como auto identificación con el agresor, muy común en inmigrantes que buscan desesperadamente legitimarse en sociedades que los rechazan.
Testimonios que duelen
Ana (Quito, Ecuador): “Mi esposo y yo hicimos campaña por Trump en 2024. Decíamos que con él habría orden. Hoy lo tienen detenido en un centro de ICE porque tuvo una multa de tránsito no pagada.”
Marcos (Lima, Perú): “Yo creía que por tener Green Card estaba a salvo. Pero nos están revisando hasta en las escuelas. Vivo con miedo.”
Gloria (San Pedro Sula, Honduras): “Mi cuñado votó por Trump porque decía que los demócratas apoyaban a los vagos. Hoy le negaron la renovación de visa a su madre. Se siente traicionado, pero ¿qué esperaba?”
¿Qué se puede hacer ahora?
Primero: dejen de hacerse las víctimas.
Reconozcan que se equivocaron.
Pidan disculpas, aunque sea en silencio.
Y, sobre todo: edúquense.
Lean. Infórmense. No vuelvan a votar desde la ignorancia. No basta con decir “yo soy trabajador” para entender cómo funciona el poder.
Esto no se trata de ideología. Se trata de sentido común y dignidad.
Porque si después de todo lo que ha pasado, todavía defienden a quien los persigue, entonces ya no son ingenuos: son cómplices de su propia opresión.
Conclusión: Menos soberbia, más conciencia
Hay que decirlo claro y sin rodeos: no basta con arrepentirse. Hay que aprender.
Muchos inmigrantes han sido ignorantes políticos, alienados, desmemoriados de su propia historia, creyéndose “los más listos de la clase” por haber llegado a EE.UU. y haber obtenido ciertos privilegios. Como si vivir en el norte les otorgara sabiduría automática.
Votar por un líder que desprecia tu idioma, tu piel, tu cultura y tu historia no es solo un error. Es un acto de complicidad.
Como ya lo dije en mi artículo Anterior:
“Ustedes no son víctimas de Trump. Lo que sois es sus cómplices. Dais mucha pena, lástima y vergüenza.”
Y aún más: dan miedo.
Porque cuando la ignorancia política se combina con arrogancia ideológica, lo que queda es un peligro para todos.
👉 Consejo final:
Antes de votar, antes de hacer campaña por cualquiera, lee, infórmate, estudia historia, escucha otras voces.
No conviertas tu voto en un boomerang que, tarde o temprano, regresará con fuerza… y te golpeará.