Taisha: Ocho niños muertos, un ministro que culpa a la cultura y un Estado que sigue ausente
Una denuncia desde la Amazonía ecuatoriana Cuando el poder responsabiliza a los pueblos indígenas por sobrevivir, silencia décadas de abandono institucional, racismo sanitario y negligencia estructura
Este artículo analiza la reciente crisis sanitaria en el cantón de Taisha, donde murieron ocho niños indígenas por leptospirosis. Frente a un Estado históricamente ausente, las declaraciones del Ministro de Salud revelan un patrón peligroso: culpar a las comunidades por su cultura, en lugar de asumir la responsabilidad por un sistema de salud colapsado. Con testimonio directo de un líder indígena y datos sobre las condiciones estructurales, este texto busca desmontar una narrativa injusta y peligrosa.
La tragedia y una respuesta oficial desconectada
Taisha, cantón selvático de la provincia de Morona Santiago, cubre más de 4.000 km² de territorio amazónico en el oriente del Ecuador. Hogar de comunidades de las nacionalidades Achuar y Shuar, esta región no solo está aislada por la geografía, sino por décadas de olvido estatal. Sin caminos transitables, sin acceso estable a agua potable ni infraestructura sanitaria adecuada, Taisha es el reflejo más crudo de la desigualdad territorial. Hoy, su nombre vuelve a los titulares por una tragedia evitable: la muerte de ocho niños indígenas por leptospirosis.
La leptospirosis, una enfermedad bacteriana grave, se transmite en contextos de pobreza extrema y contaminación hídrica. En marzo y abril de 2025, ocho niños fallecieron en comunidades de Taisha como resultado de un brote vinculado al consumo de agua no tratada y a la falta de saneamiento básico. Sin embargo, lejos de asumir la responsabilidad institucional, el Ministro de Salud Pública del Ecuador, el abogado Edgar Lama, declaró que las muertes se debieron a "barreras culturales" que impidieron el acceso a tratamiento oportuno.
“Cuando llegaron al centro de salud ya era demasiado tarde”, afirmó el ministro en entrevista con Primicias.
Fuente: primicias.ec
En sus declaraciones no hubo mención al abandono estatal, a los centros de salud sin insumos, ni al desprestigio de un sistema sanitario que históricamente ha sido ajeno, lejano y hasta agresivo con estas comunidades.
La voz desde la selva: el testimonio que desarma el discurso oficial
Frente a estas declaraciones, el influencer indígena Moi Guiquita respondió con profunda indignación. Su intervención fue publicada por la página La Amazonía Informa y en su cuenta personal de Instagram y puede verse en el siguiente enlace:
Ver testimonio en video (Facebook)
“¿Cómo puede el Estado culparnos por cómo sobrevivimos, si nunca nos ha dado otra opción? Los centros de salud están viejos, vacíos, y cuando vamos, nos atienden estudiantes sin experiencia, enviados con prisa y sin recursos. ¿Cómo confiar en una medicina que no llega o que cuando llega lo hace con juicio, con racismo, con superioridad?
No recurrimos a nuestros sabios por ignorancia, lo hacemos porque es lo único que tenemos cerca, lo único que siempre ha estado ahí.”
Este testimonio es una interpelación directa al poder. Expone una verdad que muchos funcionarios se niegan a aceptar: que la desconfianza hacia el sistema de salud no es cultural, sino histórica y racional. No es que las comunidades indígenas rechacen la medicina moderna: es que esa medicina ha fallado sistemáticamente en llegar con respeto, calidad y pertinencia cultural.
“El ministro dice que la cultura impide el acceso. Yo digo que el racismo, la negligencia, la soberbia y el olvido son las verdaderas barreras. Hablar de cultura como impedimento es culpar a la víctima para no mirar al poder”, continúa el líder.
“No hablo desde el resentimiento, hablo desde la herida abierta que dejó la muerte de nuestros niños, y la herida más grande es que incluso después de morir, los siguen culpando.”
Un sistema que llega tarde, mal y con prejuicio
Organizaciones que trabajan en la Amazonía han señalado repetidamente que los centros de salud en comunidades como Saum, Pampants o Mashuim no cuentan con medicamentos, personal capacitado ni infraestructura básica. El Estado suele enviar pasantes rurales sin acompañamiento ni preparación intercultural. Así, las comunidades se enfrentan a un sistema improvisado, que solo aparece a medias, sin escucha ni permanencia.
La medicina tradicional, en cambio, ha estado ahí siempre. No es una trinchera contra la modernidad, sino un refugio frente al abandono.
¿Barreras culturales o barreras de poder?
Reducir una crisis sanitaria compleja a un problema de “cultura” no solo es irresponsable, es profundamente injusto. Es el viejo hábito de culpar al pobre, al indígena, al marginado, por la ineficiencia del Estado. Es más fácil responsabilizar a la víctima que revisar el sistema que falla.
La muerte de ocho niños en Taisha no fue inevitable. Fue consecuencia directa de la precariedad estructural, del racismo institucional, de políticas públicas que nunca pensaron en los pueblos originarios como ciudadanos con derecho a una salud digna.
Mientras se siga culpando a los más olvidados por su forma de sobrevivir, no habrá justicia posible. Y sin justicia, no hay país que podamos construir juntos.
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