“¡Que vayan a expulsar a sus casas!”: la traición como estrategia y el fin de la dignidad en Pachakutik
Seis asambleístas votaron con el oficialismo pese a las advertencias. No fue error: fue traición consciente.
Por Dr. Ney Briones Zambrano
Redactor Ecuador Conecta noticias /Director ejecutivo movimiento pluricultural Quinta Región Junio 2025
Hay frases que marcan épocas. Algunas nacen de la resistencia, otras del desparpajo. Y luego están las que huelen a traición, disfrazadas de valentía. “¡Que vayan a expulsar a sus casas!”, gritó el asambleísta José Luis Nango, representante de Pastaza y orgulloso portador del discurso de la desobediencia… al interior de su propio movimiento. Así, con esa frase, le cerró la puerta en la cara a la dirigencia nacional de Pachakutik, al Consejo Político, a las bases que lo eligieron, y a los principios que alguna vez defendió.
Seis legisladores del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik votaron a favor de la oficialista Ley de Solidaridad Nacional, impulsada por el gobierno de Daniel Noboa. Lo hicieron a sabiendas de que serían expulsados. Lo hicieron luego de que se les advirtiera explícitamente. Y lo hicieron, además, con gesto desafiante, como quien traiciona y encima exige aplausos.
Aquí están los nombres, para que nadie los olvide:
José Luis Nango
Carmen Tiupul
Edmundo Cerda
Manuel Choro
Cecilia Baltazar
Fernando Nantipia
Todos ellos decidieron —con plena conciencia— votar junto al oficialismo, justo cuando el país atraviesa una profunda crisis institucional, una violencia desbordada, y una Asamblea deslegitimada. Lo hicieron sin consultar a sus comunidades. Lo hicieron invocando un falso realismo político, ese que justifica cualquier alianza con el poder de turno en nombre de “la seguridad” o “el pragmatismo técnico”. Pero lo cierto es que lo hicieron por prebendas, cálculo, conveniencia personal o simple ambición.
Y ahora quieren hacernos creer que lo hicieron “por el bien del país”. No señores. Lo hicieron en contra del movimiento indígena, en contra de sus principios, en contra de la historia de lucha de sus pueblos. Y deben pagar el precio político y ético de esa traición.
Votaron con el gobierno. Y contra el pueblo.
La dirigencia de Pachakutik —sí, la misma que carga sus propias contradicciones— emitió un comunicado tardío. Pero las palabras no bastan. La sanción debe ser clara, contundente y ejemplar: estos seis asambleístas deben ser expulsados del movimiento y además sometidos a la justicia indígena. Porque no estamos ante una simple “desobediencia política”. Estamos ante un caso flagrante de traición estructural a los pueblos originarios.
Y ojo: esto no es un ataque al movimiento indígena ni a la CONAIE, ni a la lucha ancestral de los pueblos que han resistido siglos de exclusión. Todo lo contrario. Este artículo es una defensa pública de esas bases que hoy son burladas por sus supuestos representantes, gente que subió al poder prometiendo dignidad y terminó arrodillándose ante el oficialismo.
¿De qué “bases” hablan?
Es especialmente ofensivo escuchar al asambleísta Nango invocar a las “bases”, como si votar con el gobierno fuera una exigencia popular. ¿Quiénes son esas bases que piden ceder ante Noboa? ¿Quiénes exigen alinearse con una ley impuesta sin participación comunitaria? ¿De qué estructura orgánica habla cuando arenga contra su propia dirigencia? ¿La misma estructura que lo eligió bajo una promesa de resistencia, no de claudicación?
Vestirse con la wipala y traicionar su significado es un acto que duele. Duele por lo que representa. Y duele más cuando la traición viene disfrazada de conciencia patriótica.
Una historia repetida
Esta no es la primera vez que los asambleítas de Pachakutik cambian convicciones por cargos. Ya lo vimos cuando Manuel Choro fue nombrado en la Comisión de Ética. Lo vivimos cuando seis votaron a favor del oficialismo en la elección del presidente de la Asamblea. Y ahora repiten el patrón: traición, justificación, arrogancia y silencio de los culpables.
Ya es hora de decirlo sin rodeos: Pachakutik ha sido secuestrado por una facción oportunista que no representa a las verdaderas luchas del pueblo indígena. Y si el movimiento no reacciona con firmeza, entonces no habrá diferencia entre sus asambleístas y los operadores políticos del oficialismo.
Justicia comunitaria, no complicidad política
La justicia indígena no es una herramienta simbólica. Es un mecanismo legítimo y ancestral para corregir el rumbo cuando un miembro de la comunidad se desvía del camino. Estos seis asambleístas se han desviado. Se han apartado del mandato colectivo. Y deben rendir cuentas no solo ante sus electores, sino ante las estructuras comunitarias que representan.
Es hora de limpiar el movimiento. Es hora de cortar por lo sano. No hacerlo sería consentir el engaño, la manipulación y la corrupción política desde dentro.
Epílogo desde la melancolía
Una vez más, vemos cómo la esperanza se filtra por las rendijas de un edificio político fracturado. Una vez más, los pueblos indígenas ven cómo los votos que entregaron con ilusión se transforman en acuerdos de espaldas al pueblo. Una vez más, el poder seduce y corrompe a quienes juraron cambiarlo desde dentro.
Pero no todo está perdido. Hay voces que resisten. Hay comunidades que exigen. Hay dignidades que aún no se venden. Y mientras eso exista, valdrá la pena seguir escribiendo —con dolor, con rabia, con ironía— para que la memoria no sea borrada por la complicidad ni por la costumbre.