Playas en duelo: la masacre que desnuda un país sin seguridad
Once personas inocentes fueron acribilladas en un billar. Sus muertes no fueron colaterales: fueron el resultado de un Estado ausente que ha cedido el control al crimen.
Contextualización
El sábado 19 de julio de 2025, General Villamil Playas —un balneario que alguna vez fue símbolo de descanso y alegría en la provincia del Guayas— se convirtió en el escenario de una masacre. A plena luz del día, en el sector Santa Isabel, hombres fuertemente armados irrumpieron en un billar donde se celebraba un cumpleaños informal. Abrieron fuego sin piedad. Murieron once personas.
Entre las víctimas: tres funcionarios municipales, el hijo del concejal y radiodifusor Carlos Yagual Reinoso, un entrenador de fútbol, un joven jugador de la escuela deportiva de la Prefectura del Guayas, y varios amigos de infancia. Ninguno con antecedentes penales. Ninguno con vínculos con el crimen.
La versión oficial sostiene que se trató de “víctimas colaterales”: los sicarios perseguían a otro hombre, quien se refugió en el lugar. Pero esa explicación no consuela a las familias, no devuelve la vida, y mucho menos justifica la pasividad de un gobierno que insiste en que “todo está mejorando”.
I. Rostros que construyen comunidad: las víctimas reales del Estado fallido
Estas muertes no son un número más en el noticiero. Tienen nombre, rostro, historia. Eran trabajadores, jóvenes con sueños, hombres que tejían comunidad desde el deporte, la música o el servicio público.
Carlos Yagual Reinoso, padre de una de las víctimas, transmitió el velorio de su hijo y de sus amigos por Radio Costa. Dijo: “Esta es la transmisión más triste de mi vida”. Y tenía razón. ¿Qué más puede hacer un periodista y padre, en un país donde ni la tragedia más brutal conmueve al poder?
Estas personas no murieron por error. Murieron porque viven —vivimos— en un país donde el crimen tiene más movilidad que la Policía, más armamento que las Fuerzas Armadas, y más presencia que el Estado.
II. La narrativa oficial: entre el descaro y la impotencia
La Policía Nacional asegura que las víctimas fueron “colaterales”. Esa es la palabra que se repite en comunicados, titulares y declaraciones. Colaterales. Como si sus vidas fueran daños aceptables en una guerra mal entendida.
Se encontraron más de 80 casquillos en la escena. Las víctimas estaban desarmadas. Nadie ha sido capturado. La escena fue levantada, se decretó luto, se suspendieron clases, y se organizó una misa comunitaria. Y luego… silencio.
¿Hasta cuándo seguiremos aceptando este teatro de gestos vacíos en lugar de verdaderas acciones? ¿Cuánto más toleraremos que se justifique lo injustificable?
III. El espejismo presidencial: propaganda en Esmeraldas, masacre en Playas
El miércoles 16 de julio, el presidente Daniel Noboa se paseaba por Esmeraldas como si gobernara un país escandinavo. Inauguró obras, dio discursos en tono triunfalista y aseguró que “la seguridad está mejorando”, que “los terroristas tienen miedo” y que “los ecuatorianos ya pueden salir a la calle” (extra.ec).
Tres días después, 11 personas inocentes eran acribilladas con fusiles automáticos en un billar de Playas. ¿Dónde está el presidente ahora? En silencio. No visitó la zona. No dio declaraciones. No se reunió con las familias. No anunció medidas. Ni una sola palabra.
Porque el presidente no gobierna desde la calle, sino desde el espejismo. Le resulta más cómodo montar shows de seguridad con cámaras y aplausos que enfrentar el dolor real de un país que se desangra. Lo vimos sonriente en Esmeraldas hablando de avances. Y lo vemos ausente ahora, cuando su deber era estar presente.
Decir que “todo está mejorando” mientras se multiplican las masacres no es solo una mentira: es una burla. Playas lo desmiente. Las madres llorando a sus hijos lo desmienten. Los casquillos regados en el suelo lo desmienten.
Este no es un gobierno que combate al crimen. Es un gobierno que lo esquiva, lo ignora, lo niega. No hay estrategia real, ni voluntad política, ni humanidad. Solo un presidente encerrado en su burbuja de mármol, rodeado de asesores que le dicen que va ganando —aunque la gente esté muriendo.
IV. Reflexión urgente: ¿Qué país estamos permitiendo que nos impongan?
No podemos seguir normalizando esta violencia. Cuando personas comunes, sin ningún vínculo criminal, mueren a balazos por estar en el lugar equivocado, a la hora equivocada, es porque la línea entre paz y guerra ya se cruzó.
El Ecuador ya no es solo un país inseguro. Es un país donde la ciudadanía está desprotegida. Y cuando un Estado deja de proteger, deja también de gobernar.
Si no exigimos un cambio estructural y profundo, seremos testigos de más velorios, más familias rotas, más inocentes sacrificados en nombre de una guerra mal dirigida.

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V. Acción y conciencia: esto no se arregla con rezos ni con decretos simbólicos
La indignación no basta. Necesitamos acciones concretas:
Una investigación seria e independiente sobre esta masacre.
La presencia real y sostenida del Estado en los territorios vulnerables.
Una reforma integral de la política de seguridad, que ponga la vida por encima de la propaganda.
Una ciudadanía activa, que no se conforme con comunicados vacíos.
No es posible que las bandas decidan dónde disparan, quién muere y cuándo. Y peor aún: que el Estado lo permita.
VI. Movilización: no estamos hechos para ser víctimas
No basta con publicar, compartir o lamentar. Es hora de organizarnos: presionar a las autoridades, exigir resultados concretos, y actuar desde lo comunitario y lo político.
Lo que ocurrió en Playas no fue un enfrentamiento entre bandas. Fue una ejecución masiva. Fue una escena de guerra en un espacio civil, donde el crimen decidió disparar a sangre fría, sin importar a quién. Y lo hizo porque el Estado se ha replegado, ha cedido el control del territorio, ha renunciado a protegernos.
No podemos permitir que esto se normalice. Transformemos el dolor en coraje, la indignación en acción. Que esta tragedia sea el punto de quiebre para decir ¡basta! desde cada barrio, cada ciudad, cada comunidad. Si no reaccionamos ahora, nos acostumbrarán al miedo y al silencio.
Conclusión
La masacre del 19 de julio en Playas no es un error táctico, ni una excepción en medio del “progreso”. Es la muestra más brutal de un país sin rumbo, sin protección, sin gobierno efectivo.
No eran criminales. Eran hijos, padres, amigos. Eran ciudadanos como tú y como yo. Y hoy ya no están, porque nadie les protegió.
No aceptemos la muerte de inocentes como parte del paisaje. No nos resignemos a la lógica del miedo. El silencio es el mejor aliado del crimen.
Que nuestra voz, nuestra organización y nuestra indignación se conviertan en acción.
Dr. Ney Briones Zambrano
Director Ejecutivo, Movimiento Pluricultural Quinta Región
www.drneybriones.com