🏆 París, al fin campeón: la Champions que no ganó Mbappé
El PSG levanta la Copa de Europa tras años de fracasos, con un equipo sin estrellas y un técnico que prefirió el orden al ego. El Inter fue una sombra. Y el Madrid... un espectador.
Por Dr. Ney Briones Zambrano
El 1 de junio de 2025 será recordado como el día en que el Paris Saint-Germain se convirtió, al fin, en campeón de Europa. No con Neymar. No con Messi. No con Mbappé. Con un equipo que no salía en los vídeos virales, pero que jugó como un bloque de acero. Y con un entrenador que nunca creyó en los fuegos artificiales del marketing, sino en la estructura, el esfuerzo, el control y la idea.
Luis Enrique llegó a París con una carpeta llena de convicciones. Cuando Kylian Mbappé anunció su marcha al Real Madrid, el técnico asturiano fue claro:
“No me parece mal. Aquí todos deben aceptar una idea. Con él era imposible controlar todos los movimientos del equipo”.
La prensa francesa se escandalizó. Los aficionados lloraban la marcha del hijo pródigo. Pero Luis Enrique sabía algo que muchos no quisieron aceptar: el PSG, mientras orbitara alrededor de Mbappé, no sería un equipo, sino un carrusel de egos desordenados.
El día en que se rompió el hechizo de los jeques
Desde que los fondos cataríes compraron el club en 2011, el PSG lo intentó todo: Zlatan, Cavani, Neymar, Messi, Ramos, Donnarumma, Hakimi, Mbappé. Una inversión multimillonaria que cada mayo se estrellaba contra la frustración europea.
La Champions era su obsesión maldita. Pero no fue el oro quien la trajo. Fue el método.
Luis Enrique tejió un colectivo robusto, solidario, táctico. Y la noche de la final en Múnich fue la confirmación de su obra: 5-0 al Inter de Milán, en la que será recordada como la mayor goleada de una final de Champions.
¿Un técnico infravalorado?
La conquista de París obliga también a una reflexión: ¿estamos ante uno de los técnicos más infravalorados de Europa? Luis Enrique ha ganado un triplete con el Barcelona, una Euro Sub-21, ha sido semifinalista de Eurocopa con una selección española sin estrellas, y ahora campeón de Champions con un PSG sin nombres de marketing.
Siempre criticado por su carácter seco o su discurso directo, quizás Europa ha tardado demasiado en reconocer su capacidad de construir proyectos sólidos y modernos, en los que la idea de juego importa más que las individualidades.
Esta Champions puede ser, al mismo tiempo, una redención del PSG... y del propio Luis Enrique.
Doué y los nuevos héroes de París
Désiré Doué, con apenas 19 años, marcó dos goles y dio una asistencia. Es veloz, vertical, letal. Y sobre todo, es obediente. Como lo fue Ousmane Dembélé, presionando como un soldado y cerrando espacios. Luis Enrique lo elogió con una frase que ya resuena en todo París:
“Si este chico sigue así, puede ser Balón de Oro”.
Kvaratskhelia —campeón ya en Italia, Francia y Europa—, Fabián Ruiz, dominando el mediocampo como un ajedrecista silencioso. Y en defensa, el capitán Marquinhos y Willian Pacho, el ecuatoriano que jugó como un veterano de mil batallas, sobrio y preciso, firme y sin fisuras. Pacho dejó claro que Ecuador también juega en las grandes noches.
Real Madrid, Mbappé… y la ironía del destino
La paradoja es cruel y deliciosa. Kylian Mbappé eligió al Real Madrid porque, en sus propias palabras, “allí tendré más opciones de ganar la Champions”. Este año, el Madrid no ganó nada. Ni Liga, ni Copa, ni Champions.
Mientras él veía la final desde su sofá en La Finca, sus antiguos compañeros se abrazaban en Múnich. La Champions que se le escapó tantas veces a Mbappé llegó... sin él. Y las redes no perdonaron: los memes, las comparaciones, los análisis. Todos apuntan a la misma lección: nadie es más importante que el equipo.
El Inter, naufragio en la orilla
Y del otro lado... el silencio. El Inter de Milán llegó a la final con la piel dura, pero sin alma. Fue una sombra. Cobarde. Irreconocible. Un equipo que, como decían los viejos comentaristas, “no se presentó a jugar”. Ni intensidad, ni resistencia, ni orgullo. Solo impotencia ante un vendaval llamado PSG.
El momento más humano: Xana y la camiseta que conmovió al mundo
Minuto 90, el PSG ya goleaba. El árbitro pitó el final, y los jugadores corrieron hacia su técnico. Pero antes de que Luis Enrique pudiera levantar la copa, Marquinhos, el capitán, tomó una camiseta especial que habían guardado para este instante. En ella se leía:
“Por Xana”, con un corazón y la silueta de una niña sonriente.
La escena fue acompañada por una pancarta desplegada por los ultras del PSG en la curva norte del Allianz Arena:
🕊️ “Xana siempre con nosotros”.
Luis Enrique, que tantas veces ha escondido sus emociones tras un rostro de hierro, no pudo evitar las lágrimas. Miró al cielo, se cubrió el rostro y abrazó a sus jugadores como si fuesen sus hijos.
La televisión internacional captó el momento y lo transmitió al mundo. Las redes sociales se inundaron de mensajes de apoyo, respeto y emoción. No era solo el triunfo de un entrenador. Era la redención de un padre que había atravesado la peor pérdida que se puede vivir, y que esa noche volvió a sonreír, aunque con un nudo en el alma.
Fue fútbol, sí. Pero fue también vida, duelo, memoria y amor eterno.
París, ciudad campeona
No fue una victoria solo deportiva. Fue una redención emocional, una afirmación filosófica. El PSG, tantas veces caricaturizado como el juguete de jeques caprichosos, al fin encontró su identidad. Y lo hizo sin nombres rimbombantes, sin posters de oro, sin frases marketineras.
Lo hizo jugando al fútbol. Como un equipo. Como un campeón.
Dr. Ney Briones Zambrano
Médico, analista deportivo y escritor
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