Paracetamol, autismo y la peligrosa retórica de Trump
Cuando la desinformación política amenaza la salud pública y ridiculiza a la ciencia
Contextualización
En un mundo donde la desinformación avanza a pasos agigantados, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha dado otro paso hacia el abismo, no solo atacando la ciencia, sino también poniendo en riesgo la salud pública. Esta vez, ha afirmado que el paracetamol consumido durante el embarazo podría causar autismo en los niños, una declaración infundada que no solo carece de base científica, sino que también siembra miedo innecesario.
La reacción de la comunidad científica no se ha hecho esperar: la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) han reiterado que no existe evidencia científica que vincule el uso de paracetamol en embarazadas con el desarrollo de autismo. Pero, claro, para Trump, los hechos nunca son una barrera. En su mundo, las teorías infundadas tienen la misma validez que el conocimiento acumulado durante décadas de investigación.
Estas declaraciones no son un episodio aislado de excentricidad política. Son un recordatorio del enorme peligro de la desinformación médica cuando procede de líderes con gran capacidad de influencia.
I. El “efecto Trump”: la posverdad en la medicina
Trump ya ha demostrado su habilidad para banalizar y manipular la ciencia. Durante la pandemia de COVID-19, llegó a sugerir que el desinfectante podría inyectarse como tratamiento y cuestionó públicamente la utilidad de las mascarillas y las vacunas.
Ahora, su blanco es un fármaco presente en la vida cotidiana de millones de personas. Lo grave no es la ocurrencia, sino la difusión de miedo en sectores vulnerables como las mujeres embarazadas, que pueden llegar a desconfiar de tratamientos seguros y médicamente recomendados.
La posverdad no opera sobre datos, sino sobre emociones: un líder político convierte una sospecha infundada en una “verdad alternativa” que resuena más fuerte que la evidencia científica. Y, como siempre, lo hace a través de la amplificación de su megáfono político. La clave de la posverdad de Trump no radica en presentar hechos, sino en tocar las fibras emocionales de su público, alimentando el miedo, la incertidumbre y la desconfianza con una facilidad que haría sonrojar a cualquier charlatán de feria.
II. Lo que dice la ciencia sobre el paracetamol en embarazo
El paracetamol (acetaminofén) es uno de los analgésicos más estudiados y recetados en el mundo. Se utiliza desde hace más de 60 años, y se estima que más de la mitad de las mujeres embarazadas lo han tomado en algún momento de la gestación para aliviar dolor o fiebre.
Las autoridades sanitarias europeas y españolas recuerdan que:
No se ha demostrado un vínculo causal entre paracetamol y autismo.
Los estudios observacionales que sugerían correlaciones no han podido establecer causalidad.
La recomendación vigente es clara: usar la dosis mínima efectiva, durante el menor tiempo posible, y siempre bajo supervisión médica.
Reducir la discusión a un falso binomio —“paracetamol igual a autismo”— es un insulto a la investigación médica y una amenaza a la seguridad de las pacientes. Pero claro, para Trump, la “ciencia” parece ser algo que se crea a golpe de tuit, no a base de años de ardua investigación.
III. Autismo: un trastorno complejo, no una simpleza política
El trastorno del espectro autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo multifactorial. La ciencia apunta a la genética como factor central, junto con posibles moduladores ambientales durante la gestación.
Un metaanálisis publicado en The Lancet Psychiatry (2021) reafirma que la base genética explica entre el 70 % y el 80 % de la variación en riesgo de autismo. Ningún estudio serio ha mostrado que el paracetamol cause este trastorno.
Sin embargo, para Trump, la genética es algo secundario; todo parece reducirse a encontrar un chivo expiatorio conveniente. El autismo no se explica por un solo agente externo, y menos aún por un medicamento con décadas de seguridad clínica documentada.
IV. Los riesgos reales de la desinformación
Si las embarazadas dejaran de tomar paracetamol por miedo infundado, los riesgos serían concretos y graves:
Fiebre materna no tratada: asociada con mayor riesgo de complicaciones durante el embarazo.
Dolor no controlado: que puede afectar tanto al bienestar materno como fetal.
Uso de alternativas más peligrosas: algunos antiinflamatorios están contraindicados en embarazo.
La desinformación no solo erosiona la confianza en la medicina, sino que pone en riesgo la vida de madres y bebés. Y aquí es donde la irresponsabilidad de Trump se convierte en algo mucho más peligroso que una simple controversia mediática: es una amenaza real para la salud pública. No solo Estados Unidos, sino el mundo entero paga el precio de este tipo de desinformación. Los líderes políticos que siguen a Trump dan legitimidad a las teorías más extremas, creando un caldo de cultivo perfecto para que los mitos sobre la salud se propaguen más allá de las fronteras.
V. Ironía y contradicciones de un discurso sin evidencia
Es casi cómico (si no fuera tan grave) ver cómo un hombre cuya administración recortó presupuestos para la salud pública y la investigación científica ahora se presenta como un paladín de la salud infantil. Como si el hombre que promovió la desinformación sobre el COVID-19 y redujo los fondos para la investigación en salud ahora tuviera la capacidad moral para dictar lecciones sobre medicina.
Más que preocupación genuina, sus declaraciones parecen parte de un discurso populista que instrumentaliza el miedo. Lo hace con el mismo guion: atacar la ciencia establecida, sembrar confusión y presentarse como el único capaz de “decir la verdad que los expertos ocultan”. Pero, en este caso, la “verdad alternativa” tiene consecuencias directas en la salud pública.
VI. Europa y España: firmeza frente a la desinformación
A diferencia de la ligereza con que se lanzan mensajes en la política estadounidense, Europa ha mostrado firmeza y responsabilidad.
La EMA reiteró que no existe evidencia científica de vínculo causal entre paracetamol y autismo.
La AEMPS en España reforzó el mensaje: las embarazadas pueden seguir utilizándolo cuando sea necesario, bajo control médico.
El contraste es claro: mientras en Estados Unidos la desinformación se normaliza en boca de líderes políticos, en Europa se defiende la primacía de la ciencia y la medicina basada en evidencia.
Conclusión
Trump no ha descubierto nada nuevo, solo ha repetido una vieja y desacreditada mentira, pero lo ha hecho con la potencia de un megáfono político global. El resultado es más ruido, más miedo y más confusión.
El paracetamol no causa autismo. Lo que sí causan estas declaraciones es erosión de la confianza en la ciencia, desorientación en la ciudadanía y riesgo innecesario para la salud pública.
En tiempos de incertidumbre, necesitamos más ciencia y menos ocurrencias. Más datos y menos populismo. Más educación y menos desinformación. Es hora de que los ciudadanos exijan a sus líderes que respalden sus palabras con hechos y que, en lugar de sembrar el caos, fomenten el conocimiento. La ciencia no es un campo de batalla para tweets, es el pilar sobre el que construimos nuestra salud, nuestra vida y, en última instancia, nuestro futuro.
Bibliografía
Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Nota informativa sobre el uso de paracetamol en embarazo. Ministerio de Sanidad, España.
European Medicines Agency (EMA). Paracetamol safety in pregnancy. 2023.
World Health Organization (WHO). Autism spectrum disorders: key facts. 2022.
Sandin, S. et al. “The Heritability of Autism Spectrum Disorder”. JAMA, 2017.
Magnusson, C. et al. “Paracetamol use in pregnancy and risk of autism: systematic review and meta-analysis”. The Lancet Psychiatry, 2021.
American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG). Clinical guidance on analgesic use in pregnancy, 2022.
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✍️ Dr. Ney Briones Zambrano
Red Conecta Ecuador Noticias / Substack
Divulgador científico