Montoro, el hombre que rescató a España... y a las gasísticas
Imputado por corrupción el exministro que presumía de rigor fiscal. ¿Y ahora, Feijóo? ¿Dónde están los incorruptibles del PP?
📌 Publicado por: Dr. Ney Briones Zambrano
Director ejecutivo Movimiento Pluricultural Quinta Región
🌐 www.drneybriones.com
📅 19 de julio de 2025
🕰 I. Contextualización: de guardián de Hacienda a sospechoso de manipularla
Cristóbal Montoro, ese rostro delgado y sonriente que nos hablaba con voz de contable severo mientras nos recortaba el alma en los años más duros de la crisis, ha sido imputado por el Juzgado de Instrucción número 2 de Tarragona, no por la Audiencia Nacional, como inicialmente se creyó. El juez Rubén Rus dirige la investigación.
Se lo acusa de haber liderado una presunta trama de corrupción político-empresarial desde el mismísimo Consejo de Ministros, favoreciendo a compañías gasísticas, eléctricas, eólicas y grandes constructoras mediante reformas fiscales y legales que beneficiaron directamente a estas empresas. Las compañías implicadas —como Air Liquide, Praxair, Carburos Metálicos, Abelló y Messer, entre otras— habrían contratado a su antiguo despacho Equipo Económico, que cobró millones por estas operaciones.
Mientras se tejían estos favores empresariales desde el poder, el Gobierno del PP —con Montoro al frente de Hacienda— aplicaba duros recortes y políticas de austeridad, afectando gravemente a servicios públicos, salarios y prestaciones sociales. Es decir: se recortaba a la ciudadanía mientras se facilitaban rebajas fiscales a multinacionales por la puerta trasera.
El que fue Ministro de Hacienda en los gobiernos de Aznar y Rajoy, que llegó a modificar leyes con rango nacional, aparece ahora como presunto arquitecto de una red de influencias donde las grandes energéticas redactaban directamente sus propias leyes. ¿La factura? Pagada por todos los españoles. ¿La ganancia? Repartida entre los privilegiados del sistema que él mismo había prometido disciplinar.
Nada de esto sería creíble en una novela de ficción mediocre. Pero en España, la realidad tiene guion propio. Y Montoro, ese tecnócrata con apariencia de funcionario intachable, podría terminar siendo uno de los grandes símbolos de lo que significa hacer negocios con las puertas giratorias girando a favor del bolsillo propio.
🧩 II. La red de favores: fiscalidad a la carta para empresas VIP
El caso se remonta a 2013. Según los informes judiciales, Montoro, aún como ministro, mantuvo lazos activos con su antiguo despacho, que empezó a recibir contratos de empresas energéticas justo después de que el Gobierno impulsara reformas fiscales que las beneficiaban.
La acusación no es menor: crear un mecanismo legislativo para que ciertas multinacionales tributaran menos, a cambio de pagos a su círculo profesional. Es decir, la Hacienda Pública usada como instrumento de rentabilidad privada. Hacienda éramos todos… menos ellos.
Según el auto del Juzgado de Tarragona, el esquema consistía en que empresas como Carburos Metálicos o Abelló encargaban informes a través del despacho Equipo Económico, los cuales terminaban influyendo directamente en normativas fiscales aprobadas por el Gobierno. Algunas de esas normativas fueron redactadas con fragmentos literales aportados por las propias empresas beneficiadas. En muchos casos, los informes estaban firmados por consultoras externas como EY, pero la contratación la gestionaba el despacho de Montoro.
Como explica el juez, Montoro habría operado como un “influencer institucional”, un hombre con poder normativo que permitía que se colaran en el BOE intereses privados camuflados de necesidades públicas. Y si esto se confirma, no estaríamos ante un simple caso de tráfico de influencias: estaríamos hablando de un saqueo blanqueado por el prestigio.
🗣 III. Feijóo, el mudo selectivo: del respaldo al “equipo Montoro” a la huida vergonzante
Lo más indecente no es el silencio de Feijóo. Es su memoria de pez.
Hace apenas unas semanas, el líder del Partido Popular presentó como referencia económica a varios miembros del “entorno Montoro” para reforzar su programa frente al Gobierno de Sánchez. Los vendió como “gente seria, con experiencia y conocimiento técnico”. Hoy, uno de ellos —nada menos que el exministro que diseñó el mayor endurecimiento fiscal en tiempos democráticos— está imputado por corrupción.
Feijóo, como buen equilibrista del marketing político, ha desaparecido. No ha hecho declaraciones, no ha dado explicaciones, no ha asumido ninguna responsabilidad. Se limita a mirar al techo como si no hubiera pasado nada. Su estrategia es clara: si se calla lo suficiente, tal vez pase el escándalo y no haya que dar la cara.
Pero esta vez no le saldrá gratis. La incoherencia es monumental. ¿Qué dirá ahora el líder del PP que tanto gusta de acusar al PSOE de “inmoralidad institucional”? ¿Dónde quedó esa dignidad que tanto proclama? ¿O es que la vara de medir ética depende del carnet del imputado?
Incluso portavoces económicos del PP como Juan Bravo han hecho declaraciones ambiguas, más centradas en “esperar a que la justicia actúe” que en asumir alguna autocrítica. Ningún dirigente ha condenado los hechos de forma clara ni ha exigido responsabilidades internas. Una estrategia de perfil bajo que pretende pasar de puntillas por el lodazal.
Y lo más llamativo: el silencio absoluto de los medios de derecha. Desde ABC hasta La Razón, pasando por Ok Diario o El Debate, nadie ha dedicado portadas ni editoriales críticos con el escándalo. Ni siquiera con la magnitud de las cifras implicadas ni el número de imputados. Un manto de protección mediática que delata más que cualquier titular.
El episodio más revelador lo protagonizó el periodista Javier Ruiz, quien en un programa en directo cuestionó el silencio mediático generalizado y confrontó a Francisco Marhuenda, director de La Razón, por la cobertura edulcorada del caso. Mientras algunos periódicos titulaban con eufemismos o enfoques marginales, la gravedad del caso quedaba disimulada entre columnas de humo y titulares tibios.
Y por eso, con toda intención, este artículo lleva un título que sí llama las cosas por su nombre:
“Montoro, el hombre que rescató a España... y a las gasísticas”.
Una frase que no necesita lupa, porque está escrita para que arda.
📚 IV. El Partido Popular y su archivo de horrores
Montoro no es un caso aislado. Es la enésima pieza de una colección que va desde Gürtel a Púnica, de Bárcenas a Ignacio González. El PP es un partido donde la corrupción ha dejado de ser la excepción para convertirse en parte del manual operativo.
Y sin embargo, siguen vendiendo la narrativa de la regeneración, como si bastara con ponerle una nueva cara al mismo cadáver político. Rajoy ya lo hizo con Aznar, y ahora Feijóo repite la fórmula. Pero el resultado es el mismo: el mismo cinismo, la misma arrogancia, la misma impunidad.
Montoro no traicionó los valores del PP. Los representó a la perfección. Y eso es lo más grave.
🧠 V. El daño invisible: desmovilización ciudadana
La corrupción no solo roba dinero. Roba confianza, paraliza la indignación, y normaliza el privilegio. Cada vez que un caso como el de Montoro queda impune o minimizado, la democracia se vacía de contenido. Porque no hay nada más corrosivo que la certeza de que los poderosos pueden delinquir sin consecuencias.
Este caso debería servir para que la sociedad española se mire en el espejo: ¿vamos a seguir tolerando que los mismos que nos exigen sacrificios vivan del privilegio legalizado?
❌ VI. Conclusión: de lo indignante a lo imperdonable
Montoro se presenta como una víctima de una conspiración política. ¿De verdad? ¿De verdad un exministro imputado por corrupción fiscal pretende darnos lecciones de integridad?
Este caso es un hito más en la decadencia del relato moral del PP. Ya no queda rastro de esa derecha seria y conservadora que decía defender al ciudadano medio. Ahora solo queda un partido que premia el poder, justifica los abusos y presenta como mártires a los privilegiados pillados con las manos en la caja.
Feijóo no podrá eludir esta vez su responsabilidad. Porque el “equipo Montoro” era su apuesta estrella. Porque callar es complicidad. Porque la regeneración no se puede anunciar mientras uno cena con fantasmas del pasado.
Y si la justicia española aplicara con Montoro el mismo rasero que con Santos Cerdán, el exministro popular ya debería estar en prisión preventiva con acusación ampliada. Pero claro, no todos los corruptos visten de rojo: algunos llevan corbata azul, y se disfrazan de tecnócratas. Qué curioso cómo funciona la balanza cuando la toga y el cargo pesan más que la verdad.
La ciudadanía tiene que elegir: o normalizamos el fraude como si fuera una travesura de despacho, o exigimos rendición de cuentas, caiga quien caiga. Lo indignante ya no basta. Lo que vivimos empieza a ser imperdonable.