Estados Unidos contra la ciencia: la salud bajo ataque
El desmantelamiento de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la agenda antivacunas de Kennedy y Trump ponen en riesgo la salud pública global.
Contextualización
La destitución de Susan Monarez, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) tras apenas un mes en el cargo, ha desatado una tormenta política y científica en Estados Unidos. Su enfrentamiento con el actual secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas escépticas respecto a las vacunas, ha abierto un abismo que ya no se disimula: la ciencia está siendo desplazada por la ideología.
El despido de Monarez no fue un hecho aislado. En cascada, renunciaron otros cinco altos funcionarios de los CDC, entre ellos Demetre Daskalakis, experto en inmunización, quien resumió la tragedia en una frase: “El muro entre la ciencia y la ideología se ha derrumbado por completo”.
Lo que está en juego no es solo una pugna burocrática. Es la salud pública global. Cuando Estados Unidos, la potencia con más recursos científicos y tecnológicos del planeta, dinamita sus propias instituciones sanitarias, las epidemias no entienden de fronteras ni de pasaportes.
I. La política que juega a ser ciencia
El nombramiento de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud fue desde el inicio un acto temerario. Con un historial de discursos antivacunas y afirmaciones desmentidas por la evidencia científica —como que las vacunas causan autismo—, Kennedy representa un retroceso histórico en salud pública.
No se trata solo de opiniones incómodas. Su poder político le permite convertir creencias pseudocientíficas en políticas de Estado. Y cuando la política suplanta a la ciencia, el resultado es catastrófico: recortes, despidos y el cierre de programas clave de investigación sobre cáncer, VIH/sida y diabetes.
II. El “muro” que se derrumba
Durante décadas, la ciencia estadounidense fue considerada un referente global. El muro que separaba la evidencia científica de los caprichos ideológicos servía como salvaguarda de la salud pública. Ese muro hoy se encuentra en ruinas.
La destitución de Monarez y las renuncias masivas en los CDC muestran que ya no hablamos de un conflicto puntual, sino de un colapso institucional. Quienes deberían proteger a la ciudadanía frente a epidemias y crisis sanitarias son apartados si no encajan en la narrativa política del poder.
III. Epidemias a la vista
Las consecuencias no tardan en aparecer. Estados Unidos enfrenta un resurgimiento del sarampión en 30 estados, una enfermedad que había sido prácticamente erradicada gracias a la vacunación masiva.
Esto no es casualidad. Es el resultado directo de debilitar la confianza en la ciencia, difundir mensajes antivacunas y desmantelar programas de prevención. El costo no se mide en discursos políticos, sino en vidas humanas.
IV. La paradoja de la superpotencia
Es un contrasentido que el país con los laboratorios más avanzados, la tecnología más sofisticada y el presupuesto más grande para investigación esté debilitando sus propias instituciones sanitarias.
Estados Unidos se enorgullece de ser la “tierra de la innovación”, pero ahora parece dispuesto a convertirse en la tierra de la ignorancia organizada. Es como tener el mejor sistema de extinción de incendios del mundo y apagarlo justo cuando empieza a arder el bosque.
V. Kennedy y Trump: la fórmula del desastre
El despido de Monarez no puede entenderse sin mirar hacia arriba: el presidente Donald Trump respalda y legitima esta política. La dupla Trump-Kennedy ha convertido la salud pública en un tablero de ajedrez donde los peones son la ciudadanía y las epidemias los reyes enemigos.
El problema no es solo la incompetencia. Es la instrumentalización ideológica de la salud, donde se privilegia el populismo sanitario —esa mezcla de conspiracionismo, miedo y desinformación— sobre la evidencia científica.
VI. Lo que está en riesgo
El riesgo no se limita a Estados Unidos. El colapso de los CDC, la marginación de expertos y la promoción de pseudotratamientos tienen un efecto dominó que puede impactar al mundo entero.
La salud pública es interdependiente: una epidemia que se expande en Estados Unidos puede llegar a América Latina, Europa, África o Asia en cuestión de horas. Debilitar la ciencia en el país que más invierte en salud equivale a desarmar al planeta frente a la próxima pandemia.
Conclusión
La destitución de Susan Monarez y el ascenso de ideas pseudocientíficas al centro del poder sanitario de Estados Unidos marcan un punto de inflexión histórico. No estamos ante un debate académico ni una diferencia de opiniones: hablamos de un ataque directo a la salud pública.
Si la ciencia se convierte en rehén de la ideología, las epidemias tendrán la victoria asegurada. Y lo más grave es que las consecuencias no serán soportadas por los políticos que juegan con fuego, sino por millones de ciudadanos que, desprotegidos, enfrentarán enfermedades que ya habíamos derrotado.
La pregunta es simple: ¿permitiremos que el país con más poder científico del planeta se autodestruya en nombre de la ignorancia? Porque, de ser así, el costo lo pagaremos todos.
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Bibliografía
The New York Times. “Former CDC Officials Warn of Politicization Threatening Public Health.” 2025.
ABC News, This Week. Declaraciones de Demetre Daskalakis, septiembre 2025.
Agencia AFP. “La salud está bajo ataque en Estados Unidos.” Washington, septiembre 2025.
Bertoglia, M. P. & Feijóo, C. G. Centro de Investigación en Resiliencia a Pandemias, Universidad Andrés Bello, 2025.
✍️ Dr. Ney Briones Zambrano
Red Conecta Ecuador Noticias / Substack
Médico de urgencias