El Uso Político de los Falsos Periodistas: Cómo la Derecha y la Extrema Derecha Abusan de la Prensa para Acosar a la Oposición
La reforma en el Congreso es solo el primer paso para frenar la utilización de la prensa como arma de guerra política
Por: Dr. Ney Briones Zambrano
Redactor en substack.
Director ejecutivo Movimiento Pluricultural Quinta Región
Introducción: El juego sucio de la derecha, ayer y hoy
Ayer, el Congreso de los Diputados dio un paso decisivo en la lucha contra uno de los peores males que afecta a nuestra democracia: el uso de la prensa como herramienta de acoso político. Con el avance de la reforma del reglamento de la Cámara Baja, se da respuesta a un fenómeno que se ha ido intensificando: la infiltración de falsos periodistas que, amparados por el derecho a la información, buscan desestabilizar y acosar a los diputados que no comulgan con la extrema derecha. El intento de PP y Vox de proteger a estos personajes, considerados “agitadores”, ha quedado tumbado gracias a los votos del bloque de investidura, pero esto es solo el primer paso para recuperar la dignidad en el debate parlamentario.
Este no es un tema menor. La prensa, que debe ser la guardiana de la verdad y el cuarto poder de la democracia, se ha visto pervertida por quienes han decidido usarla como un campo de batalla. Bajo el pretexto de informar, se esconde una estrategia de desinformación y hostigamiento. Y lo más alarmante: los que deberían defender el buen ejercicio periodístico se han alineado con estos actores para defender su propia agenda política.
La manipulación de la información como arma política
En la actualidad, la derecha y la extrema derecha no solo se han apoderado de los medios de comunicación tradicionales, sino que también han desviado el concepto de periodismo para convertirlo en un mero vehículo de ataque personal y política. Estos llamados "periodistas" no se dedican a informar; su misión es sembrar desinformación, crear caos y, sobre todo, acosar a aquellos que critican su visión del mundo.
El método es claro: se infiltran en las instituciones, se presentan como observadores imparciales y se dedican a la caza de brujas de cualquier diputado que se atreva a oponerse a sus intereses. ¿Por qué lo hacen? Porque saben que la desinformación es la mejor arma para destruir la reputación y credibilidad de cualquier adversario. Y lo más indignante es que han logrado convertir este fenómeno en una estrategia política perfectamente orquestada.
No hablamos de periodistas que investigan, que analizan y que ofrecen datos verificados, sino de agentes políticos que se escudan en el periodismo para llevar a cabo una guerra sucia. Al final, la diferencia es clara: mientras unos buscan construir, los otros solo quieren destruir.
Entre los nombres más destacados de estos falsos periodistas se encuentran Vito Quiles, Bertrand Ndongo, Javier Negre, Adrián de Oliveira, quienes, en lugar de informar, se han dedicado a realizar campañas de acoso y desinformación a través de sus canales. Son figuras que, al margen de cualquier ética profesional, se prestan al juego sucio de destruir a sus adversarios políticos con mentiras y distorsiones de la realidad.
La vergüenza del pacto entre PP y Vox
¿Qué decir del apoyo explícito que estos partidos han dado a los falsos periodistas? La intención de PP y Vox de bloquear la reforma que avanza en el Congreso es una muestra más de cómo la derecha y la extrema derecha han hecho del acoso un instrumento de control político. Al tratar de proteger a los agitadores y manipuladores, están permitiendo que el Parlamento se convierta en un espacio vulnerable a la intimidación, la calumnia y el miedo.
Su actitud revela la verdadera cara de la extrema derecha: no les interesa un debate democrático ni una prensa libre. Su único objetivo es el de eliminar cualquier voz que se alinee con la diversidad ideológica, y si eso implica utilizar a falsos periodistas como soldados de su cruzada, no dudan en hacerlo. Al igual que los regímenes autoritarios, la táctica es simple: deslegitimar a los opositores, cuestionar su integridad y crear un clima de desconfianza que debilite las instituciones democráticas.
La alianza entre estos partidos y estos agitadores de ultraderecha también tiene un componente mediático clave. Plataformas digitales como Eda TV, Libertad Digital, El Toro TV y OK Diario han sido cómplices de esta estrategia. En lugar de informar de manera objetiva, han jugado un papel esencial en la diseminación de desinformación y ataques a aquellos que no se alinean con su agenda política. Estas plataformas se han convertido en auténticas fábricas de odio y división, donde la verdad cede ante la mentira y el escarnio.
La reforma del reglamento: un primer paso, no la solución definitiva
Afortunadamente, el Congreso ha decidido dar un paso firme hacia la protección de la democracia. La reforma del reglamento es crucial, pero es solo un primer paso en una batalla que va más allá de las paredes del Parlamento. La ley busca expulsar de la Cámara a aquellos que, bajo el disfraz de periodistas, no hacen más que fomentar la polarización y la violencia verbal.
Lo que está en juego no es solo la protección de los diputados, sino también la defensa de la integridad del sistema democrático. Si los partidos democráticos no se defienden ahora, si no se protegen del acoso orquestado por la extrema derecha, no habrá espacio para el debate plural ni para la diversidad de ideas. Y lo que es aún más grave: el periodismo dejará de ser una herramienta de información para convertirse en un instrumento de guerra ideológica.
Es crucial que esta reforma sirva de ejemplo para que los medios de comunicación se replanteen su papel en la sociedad. Los verdaderos periodistas deben comprometerse con la ética, la verdad y el respeto a la dignidad humana. No deben ser cómplices de la manipulación ni del acoso político.
¿Hasta cuándo toleraremos el acoso como estrategia política?
Es imperativo que reflexionemos sobre la naturaleza de nuestra democracia. Si la extrema derecha ha conseguido camuflar el acoso político bajo el paraguas de la libertad de prensa, qué nos queda? ¿Estamos dispuestos a permitir que el debate democrático sea reemplazado por ataques personales, desinformación y campañas de odio?
No se trata solo de un ataque contra los diputados del bloque de investidura, sino de una agresión directa a los principios que sustentan nuestra sociedad. Si permitimos que este fenómeno se institucionalice, si no reaccionamos ahora, mañana será demasiado tarde.
La pregunta que debemos hacernos es clara: ¿vamos a permitir que la extrema derecha siga utilizando a los falsos periodistas como herramientas de guerra política? La respuesta, sin duda, debe ser no. La defensa de la democracia, de la verdad y del respeto mutuo es tarea de todos, y no podemos quedarnos callados ante esta amenaza.
Conclusión: El compromiso con la verdad y la democracia
El avance de la reforma del reglamento en el Congreso es solo el comienzo de una lucha que debe ser librada tanto dentro como fuera del Parlamento. Si realmente creemos en la democracia, debemos comprometernos a erradicar la manipulación informativa, el acoso y la violencia verbal. Esta es una batalla por la libertad de expresión, por la dignidad de nuestros representantes y, sobre todo, por el derecho de todos a un debate político sano y libre.
La lucha por una prensa libre, responsable y ética continúa. Y solo la unidad y el compromiso ciudadano pueden garantizar que el periodismo siga siendo el vehículo de la verdad, no de la mentira.
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