El negocio de la obesidad: ¿Quién se beneficia de que estemos enfermos?
Una mirada crítica al papel de la industria farmacéutica, alimentaria y de la salud pública ante la epidemia del siglo XXI
Contextualización
La obesidad ya no es solo un problema médico, es un fenómeno social, económico y político. En España, más del 55% de los adultos presenta exceso de peso, y en Ecuador, la situación también es preocupante: más del 35% de los niños y adolescentes ya conviven con sobrepeso u obesidad, y entre los adultos la prevalencia supera el 60%. Naciones Unidas y la OMS la califican como la gran epidemia del siglo XXI, responsable de millones de muertes prematuras por diabetes, hipertensión, infartos y cáncer.
Pero detrás de estas cifras, hay algo más inquietante: la obesidad se ha convertido en un negocio multimillonario. Farmacéuticas, industria alimentaria e incluso ciertos sistemas de salud han encontrado en el sobrepeso no solo un reto, sino una mina de oro.
La pregunta incómoda es: ¿realmente queremos acabar con la obesidad o nos hemos rendido a un mercado que vive de mantenernos enfermos?
I. El mercado de la obesidad: una epidemia rentable
La obesidad mueve cifras colosales. Según proyecciones de mercado, el sector de medicamentos para la diabetes y el sobrepeso podría superar los 150.000 millones de dólares anuales en 2030. Los nuevos fármacos inyectables para perder peso (como los agonistas del GLP-1) se han convertido en estrellas de bolsa.
Mientras tanto, la industria alimentaria genera trillones de dólares inundando supermercados con ultraprocesados llenos de azúcar, sal y grasas poco saludables. La paradoja es brutal: las mismas sociedades que nos enferman son las que luego nos venden la “cura”.
II. La industria farmacéutica: ¿cura o negocio eterno?
La obesidad y la diabetes tipo 2 son enfermedades crónicas. Y lo crónico es sinónimo de negocio recurrente.
Las farmacéuticas no venden curas, venden tratamientos de largo plazo. Cada paciente con diabetes es un cliente estable que consume medicación diaria. Ahora, con las inyecciones para bajar de peso, el negocio se amplía a personas sanas que buscan adelgazar “rápido”.
Estos medicamentos han demostrado eficacia real en la reducción de peso y en la disminución del riesgo cardiovascular, pero su alto precio, los efectos secundarios y la dependencia crónica hacen que la discusión no sea solo médica, sino también ética y económica.
III. La industria alimentaria: sembrando enfermedad desde el supermercado
La obesidad no nace en el cuerpo, sino en el carrito de la compra. En España, alrededor del 31-35% de la ingesta energética proviene de ultraprocesados. En Ecuador, la penetración de las grandes marcas de comida rápida y bebidas azucaradas es altísima, con un impacto especial en niños y adolescentes.
La industria alimentaria opera con estrategias calculadas:
Publicidad agresiva dirigida a menores.
Precios bajos en alimentos de peor calidad nutricional.
Lobby contra políticas de etiquetado y regulación.
Y lo más perverso: se venden como parte de la solución. Empresas que llenan las calles de refrescos patrocinan carreras deportivas o campañas “por una vida activa”. Marketing disfrazado de responsabilidad social.
IV. Salud pública: ¿aliada o espectadora?
La gran traición está aquí. ¿Qué hacen los sistemas de salud? ¿Realmente luchan contra la obesidad?
En España existen planes como la Estrategia NAOS y el etiquetado Nutri-Score, pero su aplicación es parcial y a menudo debilitada por presiones comerciales. La Atención Primaria está saturada, y el consejo médico suele quedarse en “coma más sano y haga ejercicio”.
En Ecuador, la situación es aún más dramática: aunque se implementó un sistema de etiquetado frontal tipo semáforo en los envases, la presión de la industria alimentaria y la falta de control estatal lo han vuelto insuficiente. La prevención sigue siendo la gran ausente.
La pregunta incómoda: ¿se ha rendido la salud pública ante el mercado?
V. El costo humano: vidas acortadas, sufrimiento normalizado
No estamos hablando solo de estadísticas. Cada punto de obesidad significa millones de personas viviendo con dolor, discriminación, enfermedades crónicas y muertes prematuras.
La obesidad no es una elección individual, como a menudo se nos quiere hacer creer, sino el resultado de un entorno diseñado para engordar: ciudades sin espacios para moverse, jornadas laborales extenuantes, alimentos ultraprocesados omnipresentes y un sistema que normaliza el sufrimiento.
VI. ¿Quién gana y quién pierde?
Ganan:
Farmacéuticas con medicamentos eternos.
Industria alimentaria con ultraprocesados baratos.
Mercados financieros que especulan con nuestra salud.
Pierden:
Ciudadanos que enferman cada vez más jóvenes.
Familias que gastan en medicación lo que no pueden invertir en educación o bienestar.
Estados que destinan miles de millones a tratar enfermedades prevenibles en lugar de invertir en prevención.
Conclusión
La obesidad no es solo una enfermedad: es el síntoma de un modelo económico que se alimenta de nuestro deterioro. Mientras la salud pública siga siendo débil y complaciente, y mientras no enfrentemos a la industria alimentaria y farmacéutica, la obesidad seguirá creciendo.
El gran desafío es recuperar la salud como derecho, no como mercancía. Educar, regular y transformar los entornos alimentarios es más urgente que nunca. Porque, al final, la pregunta clave no es solo quién se beneficia de la obesidad, sino si estamos dispuestos a seguir siendo clientes de un sistema que vive de enfermarnos.
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Bibliografía (selección)
Organización Mundial de la Salud (OMS). Informe sobre obesidad y sobrepeso 2023.
FAO y OPS. Panorama de la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe, 2022.
Ministerio de Sanidad, España. Estrategia NAOS. 2022.
ENSANUT 2018 (Ecuador). Encuesta Nacional de Salud y Nutrición.
The Lancet. Obesity: global public health challenge. 2021.
OECD. The Heavy Burden of Obesity. 2019.
✍️Dr. Ney Briones Zambrano
Médico de urgencias
Red Conecta Ecuador Noticias / Substack