El algoritmo no te odia, pero tampoco te quiere: cómo las redes sociales moldean tu identidad
Una reflexión sobre cómo los feeds personalizados afectan nuestros gustos, creencias y autoestima.
I. Introducción: El algoritmo, ese desconocido amigo
Las redes sociales nos han convencido de que tenemos el control sobre lo que vemos, compartimos y pensamos. Sin embargo, detrás de cada scroll interminable hay un algoritmo que decide qué nos resulta relevante. Este algoritmo no nos odia ni nos quiere: simplemente busca lo que lo alimenta, nuestra atención.
La paradoja es clara: mientras creemos ser libres al elegir lo que consumimos, en realidad nos movemos dentro de una burbuja cuidadosamente diseñada para mantenernos conectados. Como un amigo “bien intencionado”, el algoritmo nos da lo que cree que queremos, aunque no necesariamente lo que necesitamos.
II. El impacto invisible de los algoritmos en nuestra percepción
Cada “me gusta” o comentario se transforma en datos que moldean nuestro feed. Esto crea un ecosistema informativo personalizado, donde lo diferente se vuelve cada vez más raro.
La psicología social denomina a esto sesgo de confirmación: la tendencia a buscar y aceptar información que refuerza nuestras creencias previas. Investigaciones recientes (Beam et al., Nature Human Behaviour, 2023) demuestran que los algoritmos refuerzan estas dinámicas, alimentando burbujas de filtro y cámaras de eco que reducen nuestra exposición a perspectivas divergentes.
La pregunta es inevitable: ¿seguimos viendo el mundo como es o solo una versión a la carta diseñada para nosotros?
III. Redes sociales y autoestima: Un amor tóxico
La comparación social ha existido siempre (Festinger, 1954), pero las redes sociales la han llevado a un nivel industrial. Instagram, TikTok o Facebook nos muestran el escaparate de vidas ajenas cuidadosamente editadas: logros, viajes, cuerpos perfectos, felicidad constante.
Diversos estudios (Twenge & Campbell, 2018; Kelly et al., JAMA Psychiatry, 2021) evidencian que la exposición constante a estas imágenes está asociada a mayores niveles de ansiedad, depresión y baja autoestima, especialmente en adolescentes y jóvenes.
Lo que vemos no es la vida real, sino una coreografía de “momentos felices”. Y, en ese juego de espejos, nuestra percepción de éxito personal se distorsiona peligrosamente.
IV. El lado oscuro de la personalización: Perdiendo nuestra pluralidad
El algoritmo no solo moldea qué consumimos, sino también quiénes somos. Al limitarnos a lo familiar, reduce nuestra capacidad de enfrentarnos a la diversidad y a lo contradictorio.
Como advierte Sunstein (2017), esta homogeneidad informativa erosiona la deliberación democrática y refuerza la polarización. En lugar de exponernos a un abanico de realidades, el algoritmo nos encierra en un carril estrecho que refuerza nuestra unidimensionalidad.
En otras palabras, nos hace menos ciudadanos críticos y más consumidores satisfechos.
V. ¿El algoritmo como manipulador?
Los algoritmos no sienten, pero están diseñados para maximizar el tiempo de permanencia en la plataforma. Esa lógica, aparentemente neutral, produce dinámicas que rozan la manipulación.
Cada interacción alimenta un círculo de retroalimentación: cuanto más clicamos, más se nos ofrece lo mismo, cerrando aún más la burbuja. Aunque no haya intención maliciosa, el resultado es claro: terminamos siendo marionetas de nuestra propia atención.
Y lo más inquietante: creemos que somos libres cuando, en realidad, nuestra libertad está condicionada por métricas invisibles.
VI. Hacia un uso más consciente: Reclamando nuestra autonomía
Si los algoritmos son inevitables, nuestra tarea no es demonizarlos, sino aprender a usarlos con conciencia.
– Ser críticos con el tiempo que pasamos en redes.
– Exponernos deliberadamente a contenidos que desafíen nuestras creencias.
– Educar a las nuevas generaciones en alfabetización digital, para que no confundan un feed con la realidad.
La UNESCO (2022) lo plantea con claridad: sin una ciudadanía digital crítica, los algoritmos no nos harán más libres, sino más vulnerables.
Conclusiones
Los algoritmos no son villanos de película, pero tampoco son neutrales. Están diseñados para mantenernos enganchados y, en ese proceso, moldean silenciosamente nuestra identidad: lo que pensamos, lo que deseamos e incluso cómo nos valoramos a nosotros mismos.
El reto no está en escapar de ellos, sino en recuperar el control de nuestra atención. Porque, aunque el algoritmo no nos odie ni nos quiera, lo cierto es que si no decidimos por nosotros mismos, él decidirá por nosotros.
✍️ Dr. Ney Briones Zambrano
Red Conecta Ecuador Noticias / Substack
Bibliografía
Beam, M. A., et al. (2023). Algorithmic personalization and echo chambers. Nature Human Behaviour.
Carr, N. (2010). The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains. W.W. Norton & Company.
Kelly, Y., et al. (2021). Social media use and adolescent mental health: findings from the UK Millennium Cohort Study. JAMA Psychiatry.
McLuhan, M. (1964). Understanding Media: The Extensions of Man. McGraw-Hill.
Pariser, E. (2011). The Filter Bubble: What the Internet Is Hiding from You. Penguin Press.
Sunstein, C. R. (2017). #Republic: Divided Democracy in the Age of Social Media. Princeton University Press.
Twenge, J. M., & Campbell, W. K. (2018). The Narcissism Epidemic. Atria Books.
UNESCO (2022). Guidelines for Digital Literacy.