Del seny al abismo: el giro reaccionario de Convergència, Junts y el naufragio del soberanismo burgués
Del catalanismo moderado al cinismo ultraconservador: cómo la derecha independentista catalana se mimetizó con el discurso de Vox y el PP, pactando con las energéticas y alimentando pulsiones xenófoba
En sus orígenes, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) fue el arquetipo del seny catalán: una derecha pactista, burguesa, ordenada, que supo navegar la Transición española como fuerza de gobierno y de contención. Con Jordi Pujol al frente, CDC defendía una Cataluña fuerte dentro de una España plural, con una autonomía funcional, pragmática y útil para los intereses de la burguesía catalana. Gobernaba para la patronal, para el tejido empresarial, para las élites locales, sí; pero lo hacía con un barniz de modernidad, cultura e institucionalidad.
Durante décadas, CDC —y luego la coalición CiU— fue la fuerza hegemónica del nacionalismo catalán moderado. Su estrategia no era la ruptura, sino la influencia. Pactaba con Madrid cuando convenía (especialmente con el PP de Aznar), negociaba transferencias, defendía la lengua y la cultura catalanas sin enfrentamientos abiertos. Su poder descansaba en una red clientelar meticulosa, en el control de medios y en una idea de país que combinaba orden, identidad y prosperidad económica.
Todo eso estalló con el procés.
De la burguesía al búnker: la mutación de Junts
El giro independentista: de Mas a Puigdemont
La disolución de CDC y la creación de Junts per Catalunya no fue una refundación ideológica, sino un movimiento de supervivencia. Asediado por los casos de corrupción del pujolismo y el colapso del catalanismo tradicional, Carles Puigdemont recogió los restos del naufragio y los recubrió con un nuevo relato: el de la república unilateral, la desobediencia y la épica del exilio.
Pero bajo el discurso rupturista, la maquinaria seguía siendo la misma: aparato, cálculo y elitismo. A medida que el procés fracasaba en sus objetivos políticos, Junts comenzó un viraje hacia un discurso reaccionario, autorreferencial y crecientemente hostil a los valores progresistas. Hoy no sólo se ha distanciado de antiguos aliados como ERC o la CUP, sino que ha abrazado posiciones que lo aproximan peligrosamente a la extrema derecha catalana y española.

Enable 3rd party cookies or use another browser
https://elpais.com/espana/elecciones-catalanas/2024-05-08/video-de-ciu-a-junts-la-historia-de-la-marca-que-ahora-lidera-puigdemont.html
En la última legislatura, Junts ha votado repetidamente junto a PP y Vox en temas clave como:
La oposición al impuesto a las grandes fortunas y a las energéticas.
El rechazo a la ley de vivienda y al control del precio del alquiler.
El respaldo a posturas policiales y represivas en el Parlament.
El voto contrario a medidas feministas o de justicia climática.
La fractura territorial y la ola de indignación poscrisis impulsaron una transformación del catalanismo pactista en soberanismo plebiscitario. Artur Mas, acorralado por los recortes sociales y la pérdida de apoyo, giró hacia la agenda independentista en 2012, intentando capitalizar el malestar popular. El referéndum del 1-O en 2017, liderado por Puigdemont, cerró ese ciclo con un gesto simbólico de alto impacto... pero sin proyecto político coherente detrás.
Cuando la derecha nacionalista coquetea con el fascismo
Más allá de las votaciones, lo verdaderamente alarmante es el tono discursivo que ha adoptado Junts. Varios de sus dirigentes —y no pocos militantes visibles en redes— reproducen argumentos calcados de Vox y del nacionalismo español más rancio, pero aplicados al contexto catalán: desprecio hacia inmigrantes, exaltación de una supuesta “Cataluña auténtica”, racismo cultural, teorías conspirativas, odio a los movimientos sociales y al "progresismo".
Algunas frases ilustrativas:
"No queremos más MENAs ni más inmigración descontrolada." — Diputado de Junts en redes.
"La Cataluña trabajadora está harta de mantener a parásitos que vienen de fuera." — Portavoz municipal.
"Nos roban desde Madrid, pero también desde dentro." — Influencer vinculado a Junts.
Este nuevo supremacismo catalán, lejos del catalanismo integrador de los años 90, se parece más al nacionalpopulismo identitario de Marine Le Pen o Giorgia Meloni que a cualquier tradición democrática.
Junts como satélite de los poderes fácticos
Un artefacto electoral sin ideología coherente
A nivel económico, Junts ya no representa a la burguesía industrial ilustrada, sino a los intereses financieros, energéticos y mediáticos más agresivos. Su oposición a cualquier regulación del mercado lo alinea con la CEOE, Foment del Treball y lobbies que actúan al margen del bien común.
El caso más evidente es su alineamiento con las grandes eléctricas, a quienes ha protegido en votaciones parlamentarias. También ha bloqueado reformas de vivienda que protegían a inquilinos frente a fondos buitre. Tras años de desgaste por la corrupción, la desaparición de la marca Convergència dio paso a Junts como un envoltorio electoral sin ideología clara.
Más que un partido, Junts es un instrumento de poder alrededor de Puigdemont. Su falta de programa, el rechazo a la autocrítica y su dependencia del carisma del líder han derivado en un discurso errático: a ratos liberal, a ratos populista, cada vez más próximo a la retórica ultraderechista.
La impostura independentista
Un soberanismo sin pueblo ni principios
Lo más paradójico es que todo esto se hace en nombre del independentismo. Junts agita la bandera de la república catalana mientras pacta con fuerzas centralistas, vota contra los derechos sociales y desprecia a los sectores populares, especialmente si son migrantes, jóvenes o de barrios periféricos.
La retórica de Puigdemont se ha vaciado de contenido emancipador. Hoy su único objetivo parece ser preservar los intereses de una élite económica y mediática que ha perdido la hegemonía cultural y busca refugio en el resentimiento identitario. Lo que fue un movimiento de soberanía popular se ha convertido en coartada para sostener privilegios reaccionarios.
Junts es hoy funcional a los intereses del bloque que impidió el referéndum: Vox, PP y las élites económicas que utilizan el nacionalismo como cortina de humo. El sueño de un país nuevo se ha transformado en negocio para políticos viejos.
Conclusión: el final de una hegemonía
El naufragio del soberanismo burgués no es solo la historia de un partido que giró a la derecha. Es la prueba de que sin justicia social no hay independencia posible, y de que cualquier proyecto nacional sin vocación de igualdad acaba siendo una máscara del privilegio.
Junts ya no es alternativa. Es la sombra degradada de lo que fue Convergència, sin su pragmatismo, sin su cultura institucional, sin su ambición estratégica. Es un actor encapsulado entre la nostalgia, el cinismo y una peligrosa simpatía por el autoritarismo.
Cataluña merece algo más que un nacionalismo reciclado en odio.
Junts per Catalunya es hoy la herencia estéril de Convergència. El viaje del seny al abismo ha terminado en la banalización de la política, donde lo nacional justifica cualquier traición al interés social y humano.
Cataluña necesita una nueva alternativa soberanista, democrática, popular y ética.
Porque el problema no fue querer la independencia.
El problema fue creer que quienes gobernaron durante décadas desde la derecha podían construir algo emancipador.