Clonan tu perfil en Facebook y estafan a tus amigos y familia: la vieja estafa digital que no muere y sigue viva
"Una estafa tan antigua como las redes sociales, que sigue afectando a migrantes y sus seres queridos. A pesar del tiempo, sigue siendo eficaz porque se basa en lo más frágil: la confianza."
Cuando ser tú ya no es seguro
Una madrugada cualquiera, alguien revisa su celular medio dormido. Ve que su primo en Europa le ha escrito. “Hola, hermano, te estoy enviando un paquete, necesito unos datos”. Luego: “Tuvimos problemas en la aduana, necesito que me ayudes”. Todo parece normal. El lenguaje, la foto, la urgencia. Y por supuesto: el cariño.
Envía el dinero. Sin saber que al otro lado no hay un primo, sino un desconocido. Que no hay ningún paquete. Que ha sido estafado.
Este tipo de fraude no es nuevo. Existe desde los primeros años de Facebook y otras redes sociales. Pero ha evolucionado con la migración masiva, la digitalización emocional de nuestras relaciones y la poca preparación en ciberseguridad de nuestras comunidades.
Hoy, aunque muchos piensen que ya no ocurre tanto, sigue pasando. Menos visible, más silencioso. Pero igual de efectivo. Porque estas estafas no apelan a la lógica: apelan al amor.
I. ¿Cómo funciona esta estafa? El método detrás del engaño
El esquema es simple, pero está cuidadosamente diseñado para operar en la sombra. No se trata de hackers sofisticados, sino de delincuentes que dominan el arte del engaño emocional. Así operan:
Observación silenciosa: Eligen un perfil de migrante activo, que publica desde el extranjero, con fotos familiares, comentarios emotivos, y una red visible de familiares en Ecuador o Latinoamérica.
Clonación selectiva: Usan la foto de perfil, nombre completo y elementos públicos para crear una cuenta falsa. No es la cuenta original, sino una réplica operando desde Facebook Messenger, donde las barreras de seguridad son débiles.
Enganche emocional: Escriben a los contactos más cercanos o frecuentes. Saben qué decir. “Estoy mandándote un paquete”. “Necesito tu ayuda urgente”. Y si la persona responde, la conversación fluye.
Manipulación por urgencia: El “problema en aduana” llega. Y con él, la necesidad de que envíes dinero. Todo con tono afectivo. Todo con prisa.
Aprovechan el silencio nocturno: Muchas veces, el verdadero dueño de la cuenta está en otro huso horario, dormido. Nadie puede confirmar si es real o no. Y la estafa se consuma.
Todo esto puede ocurrir en menos de una hora. Y cuando se descubre, ya es tarde. El dinero ya voló. Y la confianza, también.
II. ¿Por qué los migrantes son el blanco perfecto?
La estafa se sostiene sobre una arquitectura emocional profunda: la migración.
Migrar es vivir en dos mundos al mismo tiempo. Es tener el cuerpo en un país y el corazón en otro. Es comunicarse constantemente por redes. Es enviar, recibir, recordar, ayudar.
Y eso lo saben los estafadores.
Las familias de migrantes están acostumbradas a recibir paquetes, ayuda económica o noticias desde fuera. Esa normalidad es el disfraz perfecto.
El desfase horario actúa como cómplice silencioso. La víctima no puede verificar en tiempo real.
El nivel de alfabetización digital en algunos sectores sigue siendo bajo. Muchos adultos mayores o personas sin experiencia en tecnología confían ciegamente en lo que ven.
Este tipo de fraude no solo apunta al dinero. Apunta al tejido emocional de las familias. Ataca donde duele. Lo que roban no es solo dinero: es confianza entre seres queridos.
III. ¿Grupos organizados o delincuencia común?
Durante años se pensó que estas estafas eran obra de individuos aislados, estafadores solitarios detrás de una computadora. Pero hoy sabemos que eso no siempre es cierto.
Se han detectado grupos con estructuras operando desde locutorios en África Occidental, América Latina e incluso Europa del Este.
Usan guiones predefinidos, técnicas de ingeniería social, rotación de IPs y múltiples cuentas falsas.
Se comunican entre ellos en grupos de mensajería encriptada, donde comparten “recetas” para estafar: frases, imágenes, técnicas.
Muchas veces no están solos, sino que forman parte de redes que también cometen otras estafas: fraudes románticos, phishing, préstamos falsos, etc.
Interpol, Europol y diversas agencias de seguridad han alertado que este tipo de ciberdelitos son parte de una economía criminal transnacional. Pero también hay versiones más pequeñas, más caseras, en las que un joven en un barrio con acceso a internet, sin empleo y con habilidades digitales, se convierte en estafador.
Sea como sea, el daño es el mismo. La víctima está sola. Y el agresor, casi siempre impune.
IV. El fallo de seguridad: Facebook protege tu cuenta, pero no tu identidad
Facebook ha introducido mejores sistemas de protección para impedir que alguien cree una cuenta con tu mismo nombre exacto. Pero el verdadero agujero sigue abierto en Messenger.
En Messenger, un estafador puede usar tu foto, tu nombre, y enviar mensajes a tus contactos sin obstáculos reales. Esa capa de mensajería, desvinculada del control estricto de identidad, es el talón de Aquiles.
Y mientras tanto, miles de personas siguen cayendo.
La paradoja es dolorosa: protegemos nuestras contraseñas, activamos la autenticación en dos pasos, y sin embargo alguien puede hacerse pasar por nosotros, usar nuestra imagen y robarle a quienes más queremos… con una simple conversación.
Las plataformas tecnológicas deben asumir más responsabilidad. Pero mientras tanto, la primera línea de defensa sigue siendo la desconfianza inteligente.
V. ¿Qué podemos hacer como sociedad?
No basta con denunciar después. Hay que prevenir antes. Y para eso necesitamos información, consciencia y diálogo.
Verifica siempre: Si un familiar te pide dinero o datos, llama, haz una videollamada. Confirma.
Cuida tu perfil: Revisa tu configuración de privacidad. Evita que tu lista de amigos o publicaciones sean públicas.
Educa a tus mayores y jóvenes: Habla de estos temas en casa. Explica cómo verificar cuentas, cómo identificar señales de fraude.
Difunde esta información: Mientras más gente sepa, menos víctimas habrá.
Recuerda que la urgencia es una señal de alerta: Quien presiona, probablemente miente.
Esta no es solo una lucha individual. Es una tarea colectiva. Porque las redes sociales deben servir para acercarnos, no para hacernos daño.
VI. Latinoamérica, migración y vulnerabilidad digital
En nuestra región, la tecnología llegó rápido, pero sin manual de uso emocional.
Las redes se llenaron de migrantes enviando amor a la distancia. Pero también de estafadores observando.
En países como Ecuador, Colombia, Venezuela, Perú o Bolivia, millones viven fuera, pero con lazos activos en sus comunidades de origen.
Sin campañas masivas de ciber educación, sin filtros culturales ni herramientas emocionales, las redes sociales se han convertido en terrenos fértiles para estos fraudes.
Las familias migrantes merecen mejores protecciones. Pero mientras tanto, necesitamos hablar más de esto. En medios. En escuelas. En chats familiares.
Silencio es complicidad. Información es protección.
Conclusión: Tu nombre es tuyo. No dejes que lo usen para destruir lo que amas
Este tipo de estafas nos recuerdan una verdad inquietante: ya no basta con cuidar tu contraseña. Hoy, hay que cuidar tu identidad entera. Tu voz. Tu nombre. Tu rostro.
El daño que provocan no se mide solo en dólares perdidos, sino en la culpa del que cayó, la vergüenza del que confió, el dolor del que fue traicionado sin que nadie lo tocara.
Estas mafias digitales han aprendido a disfrazarse de nosotros.
Pero nosotros también podemos aprender a reconocerlos, a anticiparlos, a defendernos.
Porque cada vez que protegemos a un ser querido de caer en una trampa, estamos haciendo algo más grande: estamos reconstruyendo la confianza en una era digital donde todo puede ser falsificado. Hasta nosotros mismos.
Dr. Ney Briones Zambrano
Redactor Substack | Experto en salud global, redes sociales y prevención del delito